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El Paraná y las Islas

98º Salón Anual Nacional de Santa Fe, Museo Rosa Galisteo, Santa Fe, Marzo 2022

Soy el Río

 

Cruzo el río, lo atravieso hasta hacer pie en las islas que miran a la ciudad. Llego en un instante. La sensación de vacaciones se hace presente: asados con amigxs, arena, música, charlas y el río, inmensidad de aguas dulces para sumergirme. Entro al Paraná. Yararás, bogas, surubíes, dorados, rayas, ramas viven ahí. Entro a la casa de tantos seres hermosos, les pido permiso. Me gusta recostarme sobre el río, de a poco nos unimos, me acomodo a su temperatura, escucho sus sonidos: los de las lanchas que lo surcan, los de quienes se bañan cerca, algunos gritos de niñxs jugando en los bordes casi imperceptibles. Nos fundimos, soy el río.

Tengo una cita con el río Paraná. Un romance. El amado enseguida me tironea, la corriente en dirección al mar me agarra fuerte y me lleva.

¿Sos el alma de la tierra quizás?


Me siento tan atraído, tan familiar es la sensación que no me resisto. Abro los ojos abajo del agua y solo veo una inmensidad marrón, una inmensidad que se mueve sin parar. Quiero ver el fondo, nado hasta el fondo, puedo respirar abajo del agua, soy bienvenido, me acoge, me abraza, ¡puedo ver tu carne, Paraná! Nado en tu sangre y tu carne de barro. Sos mi medicina.

Sobre la carne marrón de barro, aparecen cuerpos y siluetas, humanos, anfibios,sirenas, seres abisales, vegetales, espíritus elementales de la naturaleza, algunas formas fantásticas, figurativas y abstractas, bustos, cabezas. Mujeres fuertes y luchadoras, de pechos grandes, disparan peces, disparan leche. Son deidades o demonios perlados de río. Todos de piel de seda blanda, la piel está pespunteada con líneas que dibujan bordados orgánicos, tatuajes sinuosos, líneas que traducen al Paraná.

Ópera del Paraná, esto es un show. Los seres del profundo río se agitan, con sonidos guturales, me cuentan historias, de sus sequías, de sus pérdidas, de los cuerpos que les fueron arrojados, de los canales ensanchados, de la piel rasgada y desgarrada. De repente, la sala es el vientre de una madre, vientre de barro con acolchados, quiero recostarme, los cuerpos se abrazan, el barro me calma.

El barro es juego, el barro es autoestima, del barro venimos y al barro vamos, el barro donde encuentro oro, el barro alimenta, el barro son las paredes de la casa de mi bisabuela, el
barro con el que hago obras de arte, el barro que se seca, el barro se transforma, el barro sólido, el barro líquido, humedecido de color terroso, barro esgrafiado.


Dibujo sobre el mural de barro, con gubias desbasto, líneas blancas arman una escena de pesca, una verdadera pastoral del Litoral. Me dibujo en el barro, un autorretrato hecho de líneas, de redes, el barro que me pesca, el río me atrapa y soy de barro, carne de barro, ojos de barro, pelos de barro, ropa de barro, manos de barro. Soy el barro que alberga tesoros, el barro que tiene perlas, el barro que no deja ver el fondo, soy tan dulce como el barro de agua dulce, soy agua dulce.

La bajante del agua devela fondos desconocidos, el agua baja y desnuda la tierra, orillas nuevas, barcos perdidos, casas derrumbadas, esqueletos de peces y animales, árboles quebrados y desechos de la ciudad que nos mira. El descenso del nivel de las aguas expone el barro al sol y se seca, se hace opaco, con el paso del tiempo se desgrana, se raja, se agrieta, se hace polvo, tierra y vuela.

Con un riego-ritual cotidiano invoco al agua, se hace presente, las gotas de agua dulce se funden con la tierra seca, el barro absorbe el agua como si fuera su amante, ahora son uno. El barro mojado respira y vuelven los aromas del río, vuelve la vida.

Manuel Brandazza

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